Galeria Cueva de los Franceses

Cueva de los Franceses

En el Páramo de la Lora, en la parte nororiental de la provincia de Palencia, se encuentra el espacio protegido del Valle de Covalagua, cuyo nombre procede de la abundancia de cuevas y agua de su entorno. El paisaje es generoso en vegetación con hayas, acebos, majuelos, algún tejo y otras variedades, que sirven de cobijo a diversas especies animales. Este Espacio Natural se encuentra dentro del Geoparque Mundial Unesco Las Loras.

En esta zona, cerca de la localidad de Revilla de Pomar se encuentra “La Cueva de los Franceses” las únicas cuevas visitables de la provincia de Palencia. Cuenta esta cueva con un recorrido interior en el que se pueden ver maravillosas formaciones cársticas como: mantos, coladas, estalagmitas, estalactitas que, junto con la reciente instalación de un moderno sistema de iluminación ambiental, permite la contemplación de las fantásticas formaciones geológicas de la Cueva y proporciona la iluminación en los pasillos para que puedan ser transitables. Su nombre procede de la época de la Guerra de la Independencia por haber sido el último reposo de los combatientes que cayeron en un enfrentamiento ocurrido en el páramo de la Lora. Además, el acceso a la cueva se hace a través de un moderno edificio llamado “La Roca” que alberga una exposición sobre la cueva y el entorno de la montaña palentina y, sirve de puerta de entrada hacia un paseo misterioso por el interior de la montaña. La distancia desde la localidad de Aguilar de Campoo hasta la Cueva de los Franceses es de aproximadamente 16 km se accede desde Aguilar de Campoo por la nacional N-627 en dirección Burgos, hasta llegar a Pomar de Valdivia, desde aquí, a Revilla de Pomar y después se accede a la carretera de la cueva en dirección al Valle de Valderredible. Cercano a esta cueva se encuentra el Mirador de Valcabado, donde finaliza en un corte brusco el páramo de la Lora, lo que permite que desde este barranco se pueda ver el Valle de Valderredible donde se encuentran Cezura, Báscones de Ebro y Lastrilla.

Su acceso original se realizaba a través de un pozo o sima de 6 m de profundidad que se abre en medio de un impresionante páramo calizo, y que actualmente se encuentra clausurado mediante una reja. Con el fin de facilitar el acceso a esta cueva para su desarrollo turístico, se perforó un túnel perpendicular al recorrido de la misma.

La Cueva fue dada a conocer en 1904 por don Luciano Huidobro, sacerdote, catedrático y erudito local, temporal residente en el pueblo próximo de Puentetoma. Ante el demostrado interés y las numerosas visitas que recibía la cavidad, pese a lo dificultoso de su acceso, en 1972 se comenzaron las obras de acondicionamiento para su visita turística, las cuales finalizarían en 1974. Posteriormente, en 1981 se llevaron a cabo nuevas labores de reacondicionamiento y rehabilitación de la cueva, ya que la misma había sufrido grandes deterioros como consecuencia de las voladuras incontroladas realizadas en la misma, y al cambio climático que padeció dicho hipogeo al construirse el túnel artificial de acceso. Los métodos y técnicas practicadas para su recuperación, consiguieron devolver el nivel higrométrico y la escasa “vida” a esta cueva, en la cual ya se manifestaban bajos niveles de saturación carbónica y amplias zonas de desecación. El acceso a través del túnel se ve franqueado en la actualidad, por tres puertas esclusa que aíslan el microclima que constituye la cueva del exterior. El recorrido de la cueva, va en dirección Este-Oeste y su desarrollo es horizontal, con una profundidad máxima de 21 m, teniendo presente tan solo tres simas de escasa profundidad. El progreso total de la cueva es de unos 1.000 m, aunque el recorrido turístico es de 482 m al impedirse el acceso a dos grandes salas que se encuentran al final de la cavidad, formadas por el desprendimiento de grandes bloques que actualmente conforman un lecho caótico.

La cueva, dotada de guías e iluminación artificial. Reúne todos los aspectos llamativos de una cavidad espeleotemática: impresionantes mantos calcáreos, formaciones estalagmíticas y estalagtiticas, coladas, columnas, gours y pozos, conformando un plástico y variado catálogo. En él, la naturaleza ha demostrado su incansable imaginación. Componiendo bellas manifestaciones plásticas debidas a la saturación y depósito de carbonato cálcico; que lentamente depositan las aguas que se sumen por lapiaces, dolinas, torcas y uvalas; que a escasos metros de la zona techal de la cavidad, pueblan toda la superficie del páramo.

Según cuenta la tradición, esta cueva recibió este nombre, al constituirse forzadamente en el último reposo de los restos de los combatientes franceses, que cayeron durante los enfrentamientos que tuvieron lugar en este páramo durante la guerra de la Independencia, entre tropas regulares napoleónicas y un destacamento de húsares cántabros al mando del liberal Perlier.

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